Autoestima empatía como determinantes del altruismo.


Además de las necesidades básicas de comunicación y afecto, que definen la naturaleza social de nuestra especie, cualquier persona requiere, en diversos momentos de su vida, de la ayuda de los demás y a su vez, ofrece, de forma más o menos altruista, apoyo a los que le rodean, especialmente a su familia y amigos.

Esa ayuda es esencial para garantizar la supervivencia, satisfacer determinadas necesidades primordiales y alcanzar ciertos niveles de bienestar.



La solidaridad es la señal inequívoca de que todos los seres humanos, sea cual sea su condición, no pueden vivir solos, porque no pueden prescindir de sus iguales.


El altruismo, entendido como la disposición y el comportamiento que busca el bienestar de la otra persona, sin esperar contraprestación a cambio, es un aspecto que merece ser investigado, por los beneficios que reporta a nivel social y al propio individuo que presta o recibe la ayuda, como se podrá comprobar en los capítulos teóricos.


En el presente trabajo se va más allá, ya que se exponen los resultados de una investigación sobre el altruismo y su relación con la autoestima y la empatía.


La empatía, entendida como la capacidad de identificarse y entender lo que siente otra persona ante un determinado evento, parece que forma parte del proceso que se estudia aquí. Se llega a considerar el pilar fundamental que sustenta la conducta solidaria: es decir, se sostiene que sin una no puede suceder la otra. Pero, ¿deberíamos considerar que la empatía es la única característica capaz de trazar un camino hacia la solidaridad? ¿O existen otras que nos capacitan para serlo?


Por otro lado, qué influencia tiene la autoestima en el proceso de dar y recibir ayuda. Es obvio que ésta es una de las componentes que marcaran su forma de aproximarse y relacionarse al medio en el que vive, basándonos en Lodge y Feldman (2007).


¿Serán las personas con peor autoestima las que proporcionarán más ayuda, como mecanismo de afirmación y por empatía con la receptora de ayuda?, ¿influirá también esa autoestima en la aceptación de la ayuda cuando se recibe?


La familia es el primer ámbito donde se desarrolla la autoestima o se aprende a sentir empatía. Es un agente fundamental a la hora de educar en valores y en la conducta


altruista, junto con la escuela, escenarios ambos en el que se interiorizan también las primeras lecciones morales que serán en adelante elementos esenciales para la vida y que contribuirán a formar personas con el deseo y la disposición de compartir sus potencialidades y convertirlas en herramienta para ayudar a sus iguales.

Que exista tanto empeño en estimular una autoestima positiva, ser empáticos y empoderar a las personas con estos valores tiene argumentos de peso; la autoestima y la empatía son esenciales para el bienestar personal y colectivo.
A lo largo de las siguientes páginas intentaremos explicar la posible conexión entre la autoestima, la empatía y la solidaridad, y su presencia incuestionable en la estabilidad y el avance de las comunidades.


Para partir de una base sólida, hemos realizado una revisión bibliográfica que nos ha permitido construir un marco teórico que incorpora los modelos y teorías explicativas del altruismo, la autoestima y la empatía, el porqué del comportamiento altruista y las características de cada uno de estos elementos. Además, hemos procurado recabar información de los motivos que inspiran que una persona se decida a ayudar, conocer a quién dirige su ayuda o, en contraposición, a no hacerlo.


Entre los objetivos que nos marcamos en nuestra investigación pretendíamos alcanzar con nuestro estudio descifrar si las personas solidarias son aquellas que al mismo tiempo se oponen a recibir apoyo, y el papel que juegan la autoestima y la empatía en todo este entramado.


Para poder obtener esa información, recuperamos los cuestionarios “Factores personales en la conducta de ayuda” y “La perspectiva del necesitado”, elaborados por Castillo, Bello y Torres (1998), añadiendo uno de construcción propia: “La percepción de la persona altruista”. A partir de estos instrumentos confeccionamos un cuadernillo que nos sirviera de forma más específica para la finalidad a la que aspirábamos.


Este cuadernillo fue cumplimentado por los alumnos y las alumnas de tercer curso de Grado en Trabajo Social, elegidos y elegidas de forma aleatoria, resultando ser la población total de estudio de 40 estudiantes. Pese a que no disponíamos de evidencias sistemáticas previas, y no tener un patrón previo de selección de los chicos y las chicas se estimaba, que serían personas altruistas, dado que la elección y el contenido de los estudios que cursan se basan en parte en el valor del altruismo.


Por último, una vez obtenidos los datos extraídos de las respuestas que dio el alumnado, llevamos a cabo un análisis de los resultados mediante los cuales pudimos reafirmar y desmentir algunas hipótesis previas que sosteníamos, y confeccionar del mismo modo, una serie de conclusiones acerca de todo ello.

Para finalizar, me gustaría hacer hincapié en la existencia de una razón clara y evidente desde el Trabajo Social que justifica la elección de este tema. Desde comienzos del Grado, se resalta la importancia de ayudar, de colaborar, de contribuir a que las personas que lo necesitan, satisfagan sus necesidades y logren, en la medida de lo posible, su autonomía y una calidad de vida óptima. Tanto es así, que algunos autores hacen mención al Trabajo Social como “el altruismo profesionalizado” (Paramadvati, 2015); nadie mejor que un conocedor de dichos valores para educar y empoderar a toda una sociedad para que pueda mejorar y convertirse en más funcional, aferrándose a sus capacidades empáticas, sus acciones solidarias y la consideración positiva de sí misma.


Estudio completo en el PDF